Sus primeras creaciones y el viaje a Roma
La primera obra importante que Lloréns pinta en La Coruña son los «panneaux» de los techos del Casino, fechados en 1897, años estos de holgura económica en el ambiente familiar que le permiten frecuentes viajes a Madrid, y una vez terminados sus estudios mercantiles que le impone su padre, se traslada a la capital e ingresa en el estudio de Sorolla. Ningún otro pintor gallego estudiaría con el maestro valenciano. Su vida y arte iban siempre a estar relacionados con esta extraordinaria experiencia que representa para Lloréns el contacto con este hombre singular. Con él trabajaron entonces, junto a Sorolla, pintores como Benedito, Palacio y Lezcano.
Una vez terminados sus estudios en Madrid, Lloréns vuelve a La Coruña y comienza una época de gran actividad retratista. Siente una decidida vocación por el retrato y pinta sobre todo a los niños, pero la vida y actividad coruñesas van a terminar cuando, animado por sus maestros, decide que la llamada de Italia es demasiado fuerte para ignorarla y el 8 de noviembre de 1900, obtiene una plaza de pensionado en Roma. El primero de mayo de 1902, abandona su ciudad natal camino de su destino; la elección estaba hecha y va a Italia lleno de legítimas ilusiones, en busca de un conocimiento directo del arte clásico; pero va también en busca de una naturaleza propicia que ya nunca encontraría hasta regresar de nuevo a su tierra, a su Galicia nativa.
Lloréns nos deja un documento curioso en el que podemos vivir con él los aconteceres más importantes de este viaje, su estancia en Barcelona mientras espera el barco «Perseo» que ha de llevarle hasta Nápoles, y sus contactos con artistas como Casas, a quien visita, su interés por el Arte Moderno y su abierta admiración por la obra de Gaudí. Llega a su destino el 14 de mayo de 1902, y, en la estación de Roma le están esperando sus amigos Benedito y Ortiz de la Torre. Lloréns se incorpora así a una brillante generación de españoles, la de 1902, compuesta por Marín Benedito, Camelo, Sotomayor, San Felipe y Chicharro y, de acuerdo con los datos que figuran en el diario, asiste en la iglesia de Montserrat a un Tedéum en honor de la coronación de Alfonso XIII, su primera ceremonia oficial en la capital italiana.
Allí ha de conocer a pintores que serían sus amigos durante toda su vida, al jerezano Gustavo Bacarisas, y a otro gran pintor por el que sentirá siempre una gran admiración, a Piñole. Habla en páginas sucesivas de sus viajes en compañía de Bacarisas por la campiña que rodea a Roma; Albano, Castelgandolfo, Subiaco, Tívoli, Asís, y, más adelante a casi todos los puntos de la geografía italiana. Hay, en todas estas experiencias algo en común; siempre es el hombre frente al paisaje.
Desde Roma escribe Lloréns varias cartas que van a ser publicadas por «El Noroeste», diario coruñés. Son cartas donde podemos apreciar la prosa tersa y expresiva que le caracteriza, viñetas históricas en las que se reproduce una anécdota viva y fuertemente plástica, escenas «vistas» con sensibilidad pictórica postimpresionista. Durante estos años el pintor se aficiona a la lectura de escritores como D’Annunzio, Eça de Queiroz, Pirandello, Barbey, y posteriormente Lloréns ya impregnado del gusto modernista, leerá con avidez la obra de Amado Nervo, Rubén Darío y Valle-lnclán. Hay además en el pintor el mismo regusto nostálgico por el siglo XVI que sentían sus compañeros de generación, en las letras, y una admiración por la figura de San Francisco y el cristianismo primitivo, en suma, la misma postura revisionista que lo incorpora a los hombres del 98 y a su pensamiento.
De estos años son dos retratos que documentan dos momentos de la vida del pintor; el primero el que le hace Benedito en el estudio de Sorolla, el segundo es la cabeza que le hace Alsina en Roma el primer año de pensión. Con Benedito hace un viaje en 1903 hacia el norte de Italia y luego visitan París, para ir, ya solo, a los Países Bajos. Se establece en Brujas y esta ciudad, donde se encuentra muy a gusto, representa para él como una vuelta al pasado. Se trata de una ciudad húmeda y silenciosa que describe con interesantísimos detalles a sus paisanos en sus artículos de «El Noroeste». Allí pinta Lloréns algunas de las obras más famosas de su carrera; dibuja y pinta en todas partes, en las calles, en los canales, en las plazas y embarcaderos, paisajes urbanos y composiciones de figura, el más famoso sus «Campesinas de Flandes» que sería adquirido por el rey Víctor Manuel de Italia en la muestra de pensionados en 1906. El rey adquiere también en la misma muestra su cuadro «Entre rocas». Dicha exposición representa para el pintor un triunfo personal y extraordinario que se complementa con el de una crítica entusiasta en la prensa romana.